miércoles, 11 de enero de 2012

CUENTOS DE NAVIDAD

En el mes de diciembre de 2011, la Biblioteca Municipal de la Entidad Autónoma de Castil de Campos organizó el I Concurso de Cuentos Infantiles. Los participantes debían escribir un cuento de invención propia que tratase temas navideños. El alumnado, desde los más pequeños hasta los pertenecientes a los cursos más altos, de la escuela de Castil de Campos (C. P. Rural "Tiñosa" de Priego de Córdoba) participó en este concurso haciendo entrega de cuentos muy bonitos y curiosos. Entre ellos podemos leer algunos escritos por alumnas de 6º Curso de Educación Primaria, siendo una de estas alumnas (Elísabeth Muñoz Sánchez) la ganadora de dicho concurso. Tanto a la ganadora como al resto de participantes se les hizo entrega de un bonito diploma.

 
De izquierda a derecha: Miriam Serrano Baena y Elísabeth Muñoz Sánchez.
 

De izquierda a derecha: Miriam Povedano Navas y Laura Ordóñez Verdú.


 El muñeco de nieve.

Había una vez una niña llamada Ana que se sentía muy sola porque no tenía a nadie con quien jugar.
Llegó la Navidad y empezó a nevar. Cuando paró, salió a jugar e hizo un muñeco de nieve.
-¡Me ha quedado muy bien!- dijo Ana.
-¿Qué dices?- dijo María una niña muy mala- No se parece en nada a un muñeco de nieve.
Terminó de decirle esto y acto seguido se lo destrozó y se fue. Ana volvió a hacer el muñeco de nieve y se metió en su casa llorando. 
 Por la noche cuando estaba en su habitación miró por la ventana mientras que pasó una estrella fugaz y dijo:
-¡Ojalá tuviera una amiga!
Por la mañana salió al jardín y vio que ¡EL MUÑECO DE NIEVE ESTABA VIVO!.
- Hola, me llamo Pipo y yo ya se cómo te llamas tú-dijo el muñeco de nieve- Tú le pediste un deseo a una estrella y se ha cumplido.  Seré tu mejor amigo.
Ana jugó con él todo el fin de semana y cuando llegó el día de volver a la escuela todo el mundo se quedó asombrado.
- Aunque tengas un amigo, no es de verdad solo es un pedazo de nieve- le dijo María.
Ella en el fondo sabía que decía la verdad porque algún día el muñeco de nieve acabaría descongelándose. Entonces se echó a llorar. Pipo la consoló  y ella se alegró un poquito. 
Pasaron los días y jugaron muchísimo pero poco a poco Pipo se iba derritiendo.
- ¡Pipo, te estás derritiendo! ¡No quiero que te vayas! ¡Eres mi mejor amigo! ¡Nos han pasado muchas cosas juntos y no puedes irte! ¡Haré lo que sea!- dijo Ana llorando y empezó a ponerle nieve, a llevarlo a sitios fríos y muchas cosas más tratando de que no se derritiese.
- ¡Ya está, estás como nuevo!- le dijo Ana al muñeco de nieve.
- Pero sabes que algún día se acabará la Navidad y no habrá nieve.- le respondió Pipo.
- No pasa nada, te cubriré de hielo.
- No funcionará.
-¡Pero yo no quiero que  te vayas!- gritó Ana y se fue corriendo a su habitación.
Entonces a Pipo se le ocurrió una idea. Buscarle una amiga para que no estuviera sola cuando él se marchara. Cuando la encontró  fue a la casa de Ana.
- ¡Ana, sal, corre!- le dijo Pipo. - Mira te he traído a alguien que, como tú, tampoco tiene una amiga.
- Hola, me llamo Sara. Pipo me ha contado muchas cosas sobre ti.
A partir de ese momento Ana y Sara comenzaron a conocerse y se hicieron grandes amigas.
Se acabó la Navidad y Pipo se derretía cada vez más.
-Ya es hora de que me vaya.- dijo Pipo.
-Pero nosotras no queremos.- respondió Sara.
- Cuando queráis verme recordad los buenos momentos que hemos pasado juntos y estaré con vosotras- dijo Pipo. Y se derritió.

 
- No llores Ana, estoy contigo.- le dijo Sara.
- Tienes razón, haré lo que me ha dicho Pipo.
A partir de ese día siempre tuvo una amiga  y nunca más lloró por no tener amigas. 

Por Elísabeth Muñoz Sánchez.



El niño que no creía en Papá Noel.  


Hace ya mucho tiempo, en un pueblerino muy pequeño, había dos hermanos. Uno se llamaba Jorge y el otro se llamaba Daniel. Los dos tenían la misma edad. Era Navidad y Daniel estaba muy contento porque Papá Noel iba a regalarle muchos regalos. Él decía que este año se había portado muy bien.
Su hermano Jorge estaba contento porque también se había portado muy bien, pero no tan contento como su hermano porque no creía en Papá Noél.
- Daniel, Papá Noel no existe. - dijo Jorge y continuó - El año pasado vi a mamá poner los regalos debajo del árbol.
- Bueno y ¿qué pasa?. A lo mejor luego Papá Noel vino y puso más regalos. - le respondió su hermano. - ¡Te voy a demostrar que Papá Noel existe! - le dijo casi llorando.
Daniel, se fue a su habitación. Empezó a mirar por la ventana intentando pensar. Llegó a su casa un camión que siempre llegaba por Navidad. El camión siempre llegaba a todas la casas para recoger los juguetes rotos y llevarlos al Polo Norte. De repente se le ocurrió una idea.
- ¡Te voy a demostrar que Papá Noel existe! - le dijo a su hermano y continuó - ¿Te acuerdas del camión de la Navidad?.
- Sí, ¿por qué? - le respondió.
- Porque … si nos metemos en el camión nos llevará al Polo Norte.  - le dijo su hermano muy contento.  
Jorge no lo tenía tan claro, pero aceptó porque le encantan las aventuras.
Al siguiente día se metieron en una caja y esperaron al camión. Cuando llegó metieron la caja en el camión. Después de un rato pasaron a un avión. Por último llegaron al Polo Norte.
Cuando llegaron estaban mareados por el viaje. Salieron de la caja y se acercaron a una fábrica. Había una persona de su estatura pero más vieja y Jorge le preguntó:
- ¿Dónde estamos?
- Estáis en la fábrica de juguetes de Papá Noel- le dijo el hombre.
- ¡Te lo dije! -le dijo su hermano y continuó - ¿Podemos pasar?
- ¡Por supuesto! - le dijo el hombre y pasaron. Les enseñó  toda la fábrica y finalmente llegaron a la sala donde estaba Papá Noel.
- ¡TU ERES PAPÁ NOEL! - dijo muy sorprendido Daniel.
- ¡No me lo creo! - dijo su hermano.
- Yo soy Papá Noel – dijo - si no lo crees mira lo que hago.
Entonces empezó a hacer magia y Jorge le creyó. Ayudaron a Papá Noel a repartir los regalos y cuando terminaron los llevó a su casa y les pidió que no se lo dijeran a nadie. Por la mañana vieron que tenían un montón de regalos. A partir de ese día fueron todas la navidades a ver a Papá Noel.
Por Elísabeth Muñoz Sánchez.


La Navidad.


La navidad es estupenda, pero la niña del  cuento no opina lo mismo.

Erase una vez  una niña a la que no le gustaba la Navidad. Se llamaba Tina, tenia 6 años y vivía en un pequeño pueblo algo extraño por algunos motivos que nadie sabia. Ella pensaba que no existían ni los Reyes Magos ni Papá Noel. Su madre no pensaba igual y siempre le decía que si existían, pero ella seguía pensando que no era así.
 
Era ya la época de adviento y, como ya se aproximaba la Navidad, en  el colegio  le habían mandado  que hiciera  un  trabajo sobre  ella con su amiga Leila. Pero ella no quería,  porque  no le gustaba la  Navidad.
 
Cuando Tina y su amiga se dirigieron  hacia la biblioteca de su pueblo para hacer el trabajo, Tina le dijo a su amiga que ni los Reyes Magos ni Papá Noel  existían.  Leila, muy sorprendida, le dijo que si existían y mantuvieron una interesante conversación durante todo el camino cada una defendiendo su opinión. Al llegar a la biblioteca, se pusieron a buscar libros  para hacer su trabajo. Eran libros que trataban sobre la Navidad. Tina escogió uno y comenzaron a leer juntas y poco a poco se  fueron adentrando  en una fantasía  que le hizo pensar a Tina la posibilidad de que realmente  sí pudiesen existir los Reyes Magos y Papá Noel.
 
Cuando llegó  a su casa, reflexionó  sobre lo que había leído en aquel curioso libro.
 
Era  ya de noche y Tina se tenía que ir a dormir. Esa noche, tras un día lleno de grandes aventuras a través de la emocionante lectura de aquel libro, soñó que Papá Noel dejaba muchos regalos en su casa. De repente, se despertó y bajó al salón donde encontró muuuuchos regalos. Desde ese momento, Tina se dio cuenta de que “a veces los sueños se hacen realidad”. Tina se lo contó rápidamente a su amiga Leila quien le contó que ella había tenido el mismo sueño y que también a ella Papá Noel le había dejado muuuuchos regalos debajo del bonito árbol de Navidad que tenían montado en su casa. Tina muy contenta chilló:

- ¡Papa Noel ha venido!   

Al poco tiempo los Reyes Magos también pasaron por sus casas y, como habían sido buenas y se habían portado muy bien, les dejaron más regalos.
 
Por Laura Ordóñez Verdú.



El niño que no creía en la Navidad.

Erase una vez, una fábrica de juguetes en la que hacían los juguetes para la Navidad. Un día, un niño entró por la puerta secreta de la fábrica, porque los duendes que cuidaban las puertas para que no entrara nadie se descuidaron. El niño, cuando vio la fábrica por dentro, se sorprendió porque  pensaba que los que ponían los juguetes eran los padres. El niño pensó que eso era un sueño del que cuando se despertara se reiría mucho.

Las hadas le ofrecieron visitar la fábrica, ayudar a construir juguetes y poderlos repartir. Para él, ésto era un sueño. Pero todavía, no se podía creer que el que repartía los regalos fuera  Papá Noel y no sus padres.  Sin perder más tiempo, se cambió de ropa y empezó a fabricar juguetes.

De pronto, se le ocurrió la idea de hacer una fiesta de Navidad sorpresa a las hadas y a los duendes con pasteles, regalos, etc. para agradecerles todo lo que le estaban dejando hacer y por la confianza que habían puesto en él. Todos los días después de trabajar preparaba la fiesta en secreto, adelantando juguetes a las hadas que trabajaban allí. Cuando todos dormían él los hacia con todo su cariño. Un día, Papá Noel  se dio cuenta de que el niño hacia algo pero no estaba seguro de lo que era y lo siguió. Vio que el niño fabricaba juguetes, y le preguntó qué hacía con los juguetes. El niño le contestó que le quería adelantar trabajo a las hadas y también le quería hacer una fiesta sorpresa. Papá Noel le dijo que le ayudaba pero que tenían que empezar mas tarde a fabricar los juguetes.

Al día siguiente Papá Noel  y el niño decidieron no hablarse hasta que se encontraran por la noche. Quedaron a las once de la noche. El niño siguió con su trabajo aunque le costara  dejar de trabajar e irse a su casa pero quería hacer la fiesta a las hadas y a los duendes que trabajaban allí. A él le era muy difícil no decirle a las hadas y a los duendes que les iba a hacer una fiesta sorpresa pero contaba con la ayuda de Papá Noel. Al terminar el niño su turno, se marchó a su habitación a diseñar cosas para la fiesta secreta hasta las once que se pusieran a hacer juguetes. Cuando llegó la hora, el niño y Papá Noel se pusieron a fabricar juguetes y según Papá Noel solo le quedaban ya ciento cincuenta y cinco juguetes.

Al día siguiente terminaron de hacer los juguetes y Papá Noel decidió que todos podían ir por la tarde de paseo a la nieve y jugar con ella. Pero el niño y Papá Noel decidieron quedarse para hacer la fiesta con cadenetas, farolillos, chocolate, pasteles y muchas cosas más. Cuando llegaron las hadas y los duendes de vuelta de paseo se sorprendieron al ver que el niño les había hecho una fiesta sorpresa. Muy contentos, acordaron agradecérselo   dejando  que se  marchara a su casa con Papá Noel el mismo día de Navidad. Y así fue, el día 22 de diciembre volvió a su casa con sus padres gracias a Papá Noel, a las hadas y a los duendes.

Por Miriam Povedano Navas.



Pesadilla antes de Navidad.

Era la víspera de Navidad  y James y Ellen estaban sentados junto a la chimenea viendo como caía la nieve sobre los árboles. De repente, Ellen percibió algo sobre la chimenea. Era una carta.  Ellen no comprendía nada, de manera que le pidió  a James que la cogiera. Al verla se dieron cuenta de que no tenía remitente, de modo que la leyeron:

“La Navidad es el calor que vuelve al corazón de las personas la esperanza de seguir adelante.”

Ellos no comprendían el significado de la carta, así que se fueron a dormir.

Al día siguiente, estaban en el jardín cuando vieron otra carta que decía: “Seguid este camino”. Entonces decidieron seguir el camino que les indicaba el papel, el cuál  les llevó a un bosque  donde se divisaba una enorme mansión con aspecto siniestro. Ellos no sabían qué hacer pero  decidieron entrar. Tocaron a la puerta y muy despacio se abrió . Al entrar vieron que todas las salas estaban adornadas con luces y adornos navideños. De repente, las luces se apagaron y las habitaciones perdieron sus adornos. Salieron corriendo y vieron que la puerta estaba cerrada. De pronto, sonó un crujido y vieron un extraño espejo.  Se acercaron  a él y al tocarlo vieron que había un mundo paralelo al otro lado del espejo. Al atravesarlo vieron que aquel lugar era solitario. Caminaron por una senda y se sentaron debajo de un árbol. Vieron a lo lejos un anciano y se acercaron a él. El anciano les contó que una bruja había echado una maldición a  aquel lugar destruyendo para siempre la Navidad. James le preguntó el por qué de aquella maldición a lo que el anciano contestó que la bruja siempre había odiado la Navidad y quería destruirlo todo. Ellen le dijo que les ayudaría pero no sabían cómo hacerlo.

El anciano les dijo que debían convencer a la bruja para que destruyera la maldición. Les indicó el camino al castillo donde se encontraba y echaron a andar hasta llegar a él.

Cuando llegaron al castillo vieron que la bruja estaba sentada en su trono. Hablaron con ella e intentaron convencerla. La bruja les propuso  un trato en el que ellos debían luchar contra su troll y si lo vencían devolvería la Navidad al lugar.

Aceptaron el trato, y fueron al laberinto donde se encontraba aquel monstruo. La batalla comenzó y el troll parecía vencer pero James recordó que todos los monstruos tenían un punto débil y creía haberlo descubierto por lo que le lanzó una piedra en la frente y el troll se derrumbó. De este modo, la bruja no tuvo más remedio que cumplir el trato acordado. Usó su varita  y deshizo el hechizo devolviendo a aquel lugar la Navidad .

El anciano les agradeció su valentía y ellos pudieron disfrutar de un día de Navidad como siempre se lo habían imaginado.

Por Miriam Serrano Baena.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Los cuentos me han gustado mucho.¡Están muy chulos! Gema Flores.

Anónimo dijo...

Están todos muy bonitos. Laura.

Anónimo dijo...

Los cuentos están muy chulos. Raquel Luque.

Anónimo dijo...

Están todos muy bonitos y bien presentados. Minerva.

Anónimo dijo...

Me han encantado los cuentos de mis compañeras, esperemos que el año que viene pongan otro concurso y participen más compañeros. Elísabeth Muñoz Sánchez.